sábado, 22 de junio de 2013

Cuando un amigo se va....

Hace unos años me decidí crear este blog para compartir mis ideas y mi amor por Dios y la primera persona que me leyó y comentó fue Arcendo. Él me dio opiniones sobre cómo hacerlo y me sugirió ideas y temas para mis entradas, fue una ayuda incondicional en esos momentos y en los que han venido después. Con el tiempo yo he escrito cada vez menos, por muchos motivos, pero él siempre me animó a volver. Sus entradas siempre han sido magníficas, certeras y justas, su ejemplo de hombre de Dios es para mi uno de los testimonios cristianos que más me ha ayudado en estos años en que le he conocido.
Lamento su pérdida como si fuera mi familia, como si hubiese tenido una relación estrecha y  contínua, (cosa que no es real, pues no tuve el privilegio de conocerle en persona), pero que él, con su forma de ser cercana y agradable siempre, se ha ganado. Mi amor de hermana en Jesús ha crecido con él con sus palabras encendidas o calmadas, con sus arengas ante lo mal hecho o sus vídeos que hablan de amor fraterno, música, solidaridad y por encima de todo, amor a Dios.
Aunque sabía el desenlace desde hacía tiempo, su pérdida me ha dejado sin palabras, sin embargo,  mi dolor fluye como un manantial lento, suave, pues siento una gran paz al saber a dónde va: a la casa del Padre. Mi dolor se diluye en la contemplación de ese gran misterio que es la muerte: la puerta que nos separa de Él, el umbral que inevitablemente debemos cruzar todos un día.
Y siento que Arcendo va directo a allí, donde sea que esté: con Jesús, por María, a contemplar la gloria del Padre Eterno.
Mi alma está hoy con él y con la familia que le ha perdido.
Abrazo a todos mis amigos blogueros que le han conocido  con ellos canto esa canción que le gustaba tanto: La muerte no es el final.
Descanse en paz tu alma que tanto bien hizo en mi, hermano Arcendo y vela por nosotros como lo hiciste en este mundo.