FRAGMENTOS DE VIDA EVANGELICA
Creer de corazón y de palabra.
José María R. Olaizola
San José María Escrivá Balaguer:
"No ofendas ni siquiera con la duda; ahoga el malen abundancia de bien; siembra lealtad, justicia y paz; pasa por alto las interpretaciones torcidas; habla cuando pienses en conciencia que debas hablar; perdona siempre, pronto, y todo con la sonrisa en los labios; y deja todo en manos de nuestro Padre Dios."
Este señor se encarga de los más pequeños.
Aquí se ven los instrumentos de los Sanfermines..
Como no podía faltar, aquí están los representantes de Recreativo de Huelva...
Para estas fotos pedía autorización y si se pasa alguno de los fotografiados, espero que les guste...
Te regalo este poema desde mi corazón...
Amo tu amor
que me recorre el cuerpo
como a la arena recorren
las olas.
Amo tu silencio
como el mar en calma
y amo tus besos que me colman la boca.
Oigo tu silencio,
penetrante y marino,
oigo rumor de palabras
como el rumor que hace el mar,
en las noches,
al besar las playas.
Un cinturón de Venus
nos enlaza y no tememos la muerte,
que navega en su barcaza.
Amo este amor
profundo y sereno,
sin variedad de ondas,
con tempestades y truenos:
no hay rayo que cruce
el azul de este cielo
no hay en nuestro mar
icebergs ni cienos.
Y nuestro amor es fuego
y es beso,
es gaviota que vuela
más allá del tiempo,
es rama de laurel
y blanca paloma,
es palabra que se tiene a flor de boca,
y es romper con fuerza
cada dolor que brota.
Te amo
y mi amor es marino...
por las noches me cubro
con tu mar tranquilo....
El dolor es uno de los misterios más grandes que arrastran los hombres y, muchos hay que elevan su rostro al cielo, preguntándole a Dios ¿por qué?. El dolor físico puede llegar a ser insoportable; pero la ciencia avanza y cada vez hay más medicamentos que pueden ayudar. Y debemos ser consecuentes con ese tipo de dolor, que es fácil de explicar, en términos materiales: somos seres vivos, biológicos y, como a veces le digo a mis pacientes, tan perfectos físicamente, que cuando algo falla, todo se enreda. Pero el dolor de un enfermo no es sólo físico: está la soledad, el mal acompañamiento, la dejadez de familiares, amigos etc. Creo firmemente que ese es un dolor mayor, más lacerante que el de la propia enfermedad.
Pero la mayor parte de las veces, el hombre olvida que hay un dolor mayor. Y es el dolor moral, espiritual, el del abandono de la fe. Y ese es un dolor intenso y, en muchos casos, inexplicable. ¿Cuántas personas conocemos que padecen de dolor espiritual?. Podríamos mencionar muchas: las que sólo miran sus pequeñas miserias, sus pequeños dolores físicos, los que están ciegos ante el dolor ajeno. La experiencia me dice que cuando una persona solo mira por su dolor, olvida el de los demás y, aunque le muestren un reportaje escalofriante de niños muriendo de hambre o frío allá por algún país perdido del mundo, sólo mirará por lo que le preocupa en ese momento.
Los grandes santos que conocemos, aquellos a los que rezamos, pidiendo su intercesión ante Dios, fueron personas con enfermedades, con dolores físicos cruentos, con necesidades materiales y, sin embargo, miraban por sus semejantes, pidiendo al Señor que les ayudara antes que a ellos. Ahí está la grandeza del ser humano: que puede despojarse de sus dolores temporales (y no digo con esto que no sea difícil) para mirar más allá de su vida física y entroncarse con la trascendencia de Dios.
Los enfermos que he tratado durante estos años me han demostrado que la fe es la roca donde se apoyan sus dolores, las alas que cubren sus miserias y la compañía que necesitan para pasar de un estado a otro de la vida. Porque Jesús dijo: "He venido a dar vida, y vida en abundancia".
Señor: no quiero
pedirte nada imposible:
quiero ver tu rostro
en cada rostro que mire.
Quiero sentir
tu dolor de cruz
en cada hombre que sufre.
Quiero aprender contigo
a caminar con todos,
a descubrir en cada uno
la semilla que el Padre
sembró.
Te pido que me enseñes
a levantarme siempre
que caiga,
a sufrir en silencio
y a hacer de todos
la alegría de descubrirte.
Enséñame, Señor,
(que me hace falta)
a tener tu paciencia,
a perdonar las faltas,
a despreciar la ofensa,
a no perder la esperanza,
Condúceme, Jesús,