Anoche hice una entrada, pero la perdí porque el pc se encangrejó de mala manera y blogger decía que no y no y , al final, me cansé y lo cerré. Hoy casi acaba el día y no he escrito sobre lo que todos habrán escuchado en las misas, a la que no pude ir por estar trabajando.
A mi me gusta mucho este tiempo, me siento alegre y muy viva. Me pongo activa y espero...espero, eso es el Adviento: esperar con esperanzas redobladas.
Ha sido un año rico para mí en crecimiento espiritual. He sorteado escollos, he resbalado pero me he agarrado fuertemente a la esperanza que me da Jesús. Ahora llevo unos días purgando una situación peliaguda, que me está haciendo sufrir, por una parte y crecer por la otra. Por eso espero, con ansias renovadas estos días caminando con María y José hasta que nazca de nuevo Jesús.
El Evangelio habla de truenos y relámpagos y de novedades y hombres nuevos. Yo creo, humildemente, que esta época es buena para analizar lo que se ha andado y lo que falta por andar. Dios nos dejó ver parte de su magnificencia al bajar a la tierra y encarnarse en María, besándola con el Espíritu Santo para crear un hombre que reunió en sí las dos cualidades: la humana y la divina.
Nosotros también gozamos de partes iguales al ser hijos de Dios y hermanos de Jesús, lo que pasa es que no lo sabemos o no estamos claros totalmene, o nos hacemos lo longuis y miramos hacia otro lado para embarajar.
Pero estas cuatro semanas nos deben servir para analizar nuestra posición como hijos de Dios y de la Iglesia, para encender bien nuestras lámparas para que los vientos modernos y modernistas no las apaguen. Tenemos que revisar nuestras posiciones respecto a los grandes cambios sociales que se están sucediendo en nuestro país, en nuestro barrio, en nuestra parroquia y en el mundo entero. Tenemos que dejar las tibiezas a un lado y dar la cara ante los problemas que nos han tocado vivir, pero siempre desde la perspectiva de la fe. No olvidando que el Señor nos rebosa de amor mutuo y a todos.
Así que nos esperan días felices y fuertes, crudos y laboriosos, contradictorios y sacrificados, pero siempre esperanzados: con la esperanza y la fe inquebrantable conque nos ilumina la estrella de Belén.