El célebre líder del movimiento deliberación negro americano, y pastor protestante, Martin Luther King,en uno de sus proféticos discursos dijo lo siguiente: “No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos,de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos”.
Frase para reflexión de muchos que pasan por la vida sin hacer otro mal que su mutismo cobarde. Me refiero, sobre todo a los que se sienten buenas personas porque no roban ni matan, no hacen el bien ni el mal;aquellos que miran para otra parte ante las injusticias y el mal ajeno; los que no se comprometen a nada y se conforman con su silencio cómplice y cobarde.El mal avanza no tanto por la fuerza intrínseca del mal, o del ejemplo de los malos que lo ejercen, sino por la cobardía de los buenos. No deberían estar tranquilos quienes se cruzan tranquilamente de brazos ante el avance del ateísmo, laicismo, materialismo, relativismo, hedonismo, secularismo o de cualquier “ismo” que arrastra a las masas al abismo de la miseria física o moral.Los pecados de omisión no solo ofenden a Dios, sino que son la causa de otros graves pecados, que impiden la verdadera felicidad de millares de personas aquí en la tierra, les cambia o nubla la visión de Dios misericordioso y pone en riesgo su salvación eterna.
MIGUEL RIVILLA SAN MARTÍN.
Esta carta-reflexión me la manda una amiga, luchadora incansable por la vida y por la fe, y me atrevo a publicarla porque habla de manera muy clara en qué consiste el pecado de omisión. Algo sobre lo que, a veces, no nos paramos a a reflexionar.