A veces me hacen comentarios en el blog acerca de la fe en general y de mi fe en particular que no puedo dejar de contestar. Yo no soy teóloga, sólo soy una conversa por la gracia de Dios, que sembró en mi corazón una semilla que tardó más en nacer que un rosal en el desierto; pero un día lo hizo. Así que no pierdo las esperanzas de que esas personas que me escriben o hablan de que no creen en Dios, en la Iglesia, en el Papa o en la lucha por la vida, un día se encuentren con el Señor.
Porque la fe nos da la seguridad de que todos podemos encontrarle, no importa en qué momento ni lugar, estamos seguros que Él siempre está cerca, a mano, para hablarle sólo tenemos que buscar en nuestro corazón. Todos somos iguales y a la vez, diferentes ante sus ojos. Si nos dio el libre albedrío fue para que escogiéramos el camino que entendamos es el correcto.
Recomendaría que leyeran el Salmo 33 y grabaran en su corazón de forma que nunca lo borrasen los sufrimientos: "El Señor está cerca de los atribulados".
Buscar siempre al Señor, buscar caminar por sus caminos, ir buscando que tus planes vayan con sus planes. Escuchar a Dios y vivirás. (Is 55, 1-11).
Dios habla constantemente y hoy siguen pasando muchas cosas que no se comprenden, pero se trata de vivir contando "lo que hemos visto y oído" (Hch 4, 13-21).
Sí, de eso se trata: del testimonio de millones de personas que han experimentado el amor de Dios y lo proclaman. Quien ha sentido ese encuentro, esa experiencia, no necesita justificar su fe, sólo debe vivirla desde el carisma con que le haya tocado el Espíritu. Por eso escribo mis experiencias en el seno de la Iglesia, en mi comunidad, en mi grupo, no trato de convencer a nadie de nada. De eso se encarga el Señor. Sus manos siempre están abiertas para recibir al que quiera ser recibido.
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