Hoy escuchamos la palabra desde el Evangelio de san Marcos 10,17-30: el joven que era rico y le pide a Jesús la perfección.
Más allá del contexto de las riquezas, lo que Dios nos pide es que, si queremos ser sólo suyos, debemos renunciar a todo lo que nos ata al suelo (bienes económicos, reconocimientos sociales, satisfacciones personales, sensuales etc) y seguirle. Debemos estar dispuestos para la vida eterna, que es nuestro fin, pero muchas veces nos pasa como al joven de la lectura: creemos que nos basta con seguir las leyes, andando por la vida cristiana pero guardándonos siempre algo para nosotros.
Dios no está en contra de que el hombre tenga bienes materiales sino del uso que les de. Muchas veces hablamos de la caridad, que no es más que el amor, de Dios y nuestro. Lo que importa es utilizar los bienes que nos han sido dados con entero desprendimiento (los talentos), sin hacernos esclavos de ellos. Dios espera que compartamos con los hermanos, sin que por ello nos veamos obligados a desechar lo que nos ha sido dado por la gracia de Dios y por nuestros esfuerzos.
Lo que sí debemos tener claro, siguiendo las lecturas de hoy, es que sólo Dios nos puede salvar con su gran misericordia. Nos ayudarán nuestras actitudes y nuestros esfuerzos, pero lo que nos salvará, finalmente, será la Misericordia Divina.
Ser santos allí donde se nos coloque, allí donde trabajamos, vivimos y convivimos con nuestros hermanos: esa es la finalidad de nuestras vidas de cristianos.
1 comentario:
Mejor dicho imposible, es fácil si queremos.
Dios nos salva.
Un abrzao. María
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