miércoles, 8 de septiembre de 2010

Odres nuevos para un vino nuevo



Hoy Jesús nos pide que reflexionemos sobre nuestra conversión particular: ¿estamos verdaderamente en el camino? ¿nos quitamos los vestidos viejos para seguirle sin reparos? ¿mi vasija de barro está desconchada, deslustrada, rota y aún así me empeño en conservarla?.
A veces (creo que gran parte de las veces) Jesús es duro e incisivo a la hora de plantearnos una cuestión tan vital como lo es la fe. No se anda con chiquitas, diríamos aquí y ahora. Pero la fe es así: no puedo esperar a llenar mi vasija si ya está llena por otras cosa o está rota por el desgaste, el mal uso o mi propia cabezonería.


Dice hoy Orar la Vida:



¿Pueden ayunar los amigos del novio si el novio está con ellos?
Tú nos invitas a bailar como en el día de bodas,
pero nosotros nos ponemos leyes y cadenas en los pies.
Tú anuncias la misericordia y la paz para nuestras almas,
pero nosotros nos cargamos de pesos y culpabilidades.
Y así, lo que hacemos es remendar un vestido viejo
con tus preciosos paños nuevos;
y lo que sale es una vestimenta deforme y grotesca,
que no encaja con tu amor ni con tu alegría.
¿Cuántas veces tendremos que oír de tu boca
que tu paño nuevo no es para remendar vestidos gastados,
y que tu vino nuevo no se puede echar en odres viejos?
¡Cantemos al Señor un cántico nuevo!


No podemos sentir la fe como un peso o como un remiendo a nuestros rotos, la fe es para vivirla en alegría, como hombres libres y nuevos, amando hasta el final.



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