Es bien sabido por todos que debemos ser discretos a la hora de criticar a nuestros preceptores y guías espirituales. Con ello no quiero decir que los adoremos ciegamente, sino que mostremos respeto en nuestra crítica, sin hacerla por gusto. A veces somos indiscretos y "echamos tierra en nuestra propia casa". Hay que valorar en su justa medida a estas personas y no olvidar que dejan todo para seguir a Cristo Jesús para nuestro bien en particular y el de toda la Iglesia en general. Muchos dan su vida diariamente por los pobres, no les desanimemos con nuestras críticas o chismorreos. Nadie gana con ello.
3.-Entre muchos, siempre hablar poco.
Parece que en época de nuestra Santa universal también se le daba a la sin hueso. A veces es mejor rumiar lo que pensamos, sin manifestarlo en voz alta, pues podemos errar frecuentemente al hablar sin orden ni sentido.
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