domingo, 7 de diciembre de 2008

La Palabra de Dios para hoy.

Hoy he participado de tres misas: la de Radio Cope, que es la más tempranera y la escucho en cama; la de la 2 de TVE, que la escuché mientras desayunaba con mis compis al salir de la guardia y la Misa de mi pueblo, en "la carpa". Casi siempre lo hago al terminar la guardia, los días normales voy sólo a la de la Iglesia de la Inmaculada, camino de la terminal de autobuses y después voy a la del pueblo. ¿Por qué cuento esto? Pues porque me han gustado mucho las tres homilías, cada una diferente, claro, con otra voz, otro acento y lo mejor es que cada una de ellas ha tocado el tema desde varios puntos de vista. Iguales y, a la vez, diferentes.
Cuando imagino al pueblo de Israel, lo veo como un pueblo temeroso de Dios pero, al mismo tiempo, escéptico por momentos. Se cansaban de esperar, le volvían las espaldas y caían en el pecado mayor: la soberbia del hombre que cree que todo lo puede él solo. Y eso se ve en la actualidad cuando los grupos de hombres que se creen dueños de la verdad absoluta, agitan cortinas de humo frente a los demás hombres, para que no puedan ver el camino que hay que seguir.

Dios siempre se muestra magnánimo ante los descarriados hijos y los busca "como un pastor que apacenta el rebaño, su brazo lo reune, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres" (Isaías 40,1-5, 9-11). En ese pasaje tan bello el profeta habla del perdón de Dios ante las faltas de sus hijos.

Y Pedro también habla de que no nos preocupemos, que Él no tarda en cumplir su promesa, "lo que ocurre es que tiene mucha paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan"(2Pedro 3,8-14).

Por último, y esta es una de las partes del Evangelio que más me gusta, Juan El Bautista, proclamaba en el desierto:"Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo". (Marcos 1, 1-8).

Y así amigos de estas lecturas se desprende que el pueblo de Dios se desvía, pero el Señor le salva, le perdona y esos somos nosotros: si tenemos fe, si practicamos la caridad, si proclamamos la palabra de verdad, con nuestro ejemplo, seremos como Juan, y ayudaremos a allanar el camino para la venida del Señor. Cuando en la misa proclamamos "venga a nosotros tu reino", estamos pidiendo para que nos de más fe, más amor, más perseverancia para esperarle despiertos, llevando de la mano a otros muchos, para que le conozcan y así se salven.

Hoy es un día para estar alegres, con la confianza de que Dios cumple sus promesas y que nosotros podemos ser partes de ese Pueblo de Dios, sus hijos predilectos.


"Fe, esperanza y caridad están unidas. La esperanza se relaciona prácticamente con la virtud de la paciencia, que no desfallece, ni siquiera ante el fracaso aparente, y con la humildad, que reconoce el misterio de Dios y se fía de Él incluso en la oscuridad."

Encíclica Deus cáritas est,n. 39.

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