sábado, 13 de diciembre de 2008

Para todos desde el martes

Es un título rarito pero es que no he podido escribir nada desde el lunes, Día de la Inmaculada. Agradezco a todos los que me han escrito sobre esa entrada: el amor a la Virgen es evidente y todos han coincidido conmigo en que su belleza y entrega es inmensa e inigualable.
Pero he aquí que el martes fue la Memoria de Juan Diego Cuachtlatoatzin, ese indito que se convirtió al cristianismo allá por el año 1524. Era un humilde pero muy piadoso hombre y en una ocasión, mientras paseaba por el campo (por un lugar que ahora se llama Capilla del Cerrito) se le apareció la Virgen María y le habló en su idioma original, el náhuatl. Creo que pocos desconocen esta historia, tan linda y entrañable como las de las otras apariciones de la Virgen,pues tienen en común algo evidente: siempre se ha aparecido a personas muy humildes y, en muchos casos, pobres (materialmente hablando). La Lupita, como le llaman nuestros hermanos mejicanos, tuvo su Fiesta ayer, viernes 12. Ella nombró a Juan Diego "embajador" ante el Obispo, fray Juan de Zumárraga, para que le erigieran un templo y para que todos le creyeran, llenó de rosas su tilma e imprimió su bella imagen en la misma. Hoy la Virgen de Guadalupe es la Patrona de Méjico, América Latina y de la Islas Filipinas y se le tiene una gran adoración. Recomiendo a todos que busquen información sobre cómo los científicos han estudiado la imagen y cómo han encontrado cosas que escapan a la razón humana.
Yo conocí a una monjita salesiana, en Cuba, que se llamaba sor Rosa María y guardo de ella una estampa de La Lupita que me acompaña desde aquellos años, y le tengo mucho cariño y agradecimiento, pues ella fue una de esas personas que el Señor puso en mi vida para mostrarme Su camino.
Ruíz de Medina nos dice en un poema muy lindo a Nuestra Señora de Guadalupe:


"Parece un hecho comprobado, Señora, tú lo sabes mejor que nosotros,
que en la tilma del santo indio Juan Diego-el martes 9 celebrábamos
su memoria-donde quisiste dejar impresa tu figura

aparece reflejada la suya en las pupilas de tus ojos.
Quisiste dejar en su manto este hecho de la vida real,
como señal de su origen auténtico; y también-se me ocurre-
de algo no verificable externamente: de que lo llevabas en el corazón.
Cuando te pedimos en la Salve que vuelvas a nosotros
tus ojos misericordiosos, estamos seguro
de que nos veríamos reflejados en ellos-es algo natural-
pues es que esa mirada que nos dedicas
es signo de que nos llevas muy dentro de ti.
Ya una madre lo decía :"Tengo el corazón hecho hijos".
¡Pues, entonces el tuyo, Señora!...

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