viernes, 19 de junio de 2009

Sagrado Corazón de Jesús.


Dice el Señor: El que tenga sed, que venga a mí; el que cree en mí, que beba. De sus entrañas manarán torrentes de agua viva. (Jn 7, 37-38).


"Sacaréis agua con gozo

de las fuentes del Salvador".



Nuestra fragilidad, ¿dónde puede encontrar reposo y seguridad, sino en la llagas del Salvador?. Han perforado sus manos, sus pies y su costado de una lanzada. Por esos agujeros muy abiertos, puedo gustar la miel de esta roca y el aceite que fluye de la durísima piedra....El clavo que penetra ha llegado a ser para mí una llave que me abre el misterio de sus designios.

¿Cómo no ver bien a través de estos orificios?. Los clavos y las llagas gritan que, en verdad, en la persona de Cristo, Dios se ha reconciliado con el mundo. El hierro ha atravesado su ser y penetrado su corazón para que no ignore nunca más cómo él ha compadecido mis debilidades. El secreto de su corazón se presenta al desnudo en las llagas de su cuerpo; se ve al descubierto el gran misterio de su bondad, esta misericordiosa ternura de nuestro Dios, el sol que nace de lo alto nos ha visitado.

¿Cómo manifestar con más claridad que, por tus llagas, tú, Señor, eres dulce y compasivo y misericordioso, puesto que no hay amor más grande que dar la vida por los condenados a muerte?.


San Bernardo.

Magníficat, junio 2009.

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