"Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
-Tomad, comed: esto es mi cuerpo.
Y, cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias y se la dio, diciendo.
-Bebed todos; porque esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos para el perdón de los pecados."
En Misa recordamos ese momento, pero no sólo son narrados sino revividos: la memoria se hace realidad y presencia.
Respondemos a nuestro párroco cuando nos dice: "Aclamad el Misterio de la redención", con una frase que deberíamos reflexionar a diario, pues es la base de nuestra fe: "Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas".
Yo soy una cristiana conversa, aunque siempre le llevé en mi corazón, nunca dejo de asombrarme en la Eucaristía, pues siento la presencia de Jesús en esa forma que me da el cura y yo le acepto con humildad, y reconozco que "no soy digna de que entres en mi casa; pero una palabra Tuya bastará para sanarme". Insisto diariamente en pedirle "Creo Señor, acrecienta mi fe".
Siempre recuerdo unas palabras del Pobrecito de Asís: "Y, como se mostró a los santos apóstoles en carne verdadera, así también ahora se nos muestra a nosotros en el pan sagrado. Y como ellos, con la mirada de su carne, sólo veían la carne de Él, pero contemplándolo con ojos espirituales, creían que Él era Dios, así también nosotros, viendo el pan y el vino con los ojos corporales, debemos ver y creer firmemente que es su santísimo cuerpo y sangre vivo y verdadero. Y de este modo siempre está el Señor con sus fieles, como Él mismo dice "Ved que yo estoy con vosotros hasta la consumación de los tiempos". Esa es la esencia de la Eucaristía: el lugar donde Dios se hace pan y vino para habitar en nuestros corazones.
Hoy iremos a la Vigilia del Jueves Santo, a esperar, como hicieron sus tres discípulos, en el huerto, a esperar su muerte y resurrección y me gustaría pensar que muchos no nos quedaremos dormidos y que mañana, no seamos muchos los que le demos la espalda, negándole como Pedro. Sobre todo iremos con la certeza de que Jesús nos acogerá en su amantísimo Corazón, que no tiene límites para el amor, perdonando nuestros fallos y deslices, cargando con nuestros dolores y abriéndonos la puerta hacia el Padre, que es el fin al que tiende el hombre.
Espero que paséis un Jueves y Viernes expectantes para que podáis sentir la Resurrección en toda su magnitud, saludos y que el Señor os bendiga a todos.
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