¿Han escuchado alguna vez un dicho que dice "ten cuidado con lo que deseas, que puede hacerse realidad"...? Desde muy pequeña y siendo una hija de la Revolución, sólo tenía derecho a tres regalos en el Día Internacional del Niño ( lo de Reyes Magos era muy fuerte para nuestra ideología basada en los obreros, que se supone no quieren saber nada de reyes y esas cosas) y en esos días yo hacía una lista mental y literal de aquellos juguetes que me gustaban. Siempre ponía, en primer lugar, la bici, pues era el artículo más caro y difícil de obtener. Después le seguían los que nunca faltan en los deseos de una niña normal: las cocinitas, las muñecas, los yaquis, los palitos chinos y los lápices de colorear. ¿Por qué hacía una lista? Pues porque los juguetes se daban por unas tómbolas de difícil acceso y ahora que lo pienso: al que lo inventó se le quedó vacío. Eran unas cajas de las que se iban sacando números, los de las tarjetas de racionamientos familiares, creo, y el primer número te daba derecho a un juguete principal y dos secundarios. Esto era más o menos así, un ejemplo: la bicicleta era un principal y después, podías escoger entre otros dos de menos "nivel", o de menor valor monetario. La verdad es que nunca supe cómo los clasificaban, porque a mí, en una ocasión me tocaron un arco con sus respectivas flechas, un juego de yaquis y una pizarrita. Ya pueden imaginarse: las flechas terminaron en las partes nobles de mi madre, pues tenían unas chuponas en las puntas, y ella, de manera no muy noble, gritó como poseída y sólo podía sacar las flechitas en el parque; los yaquis terminaron clavados en los pies de todo el que caminaba por el pasillo o la entrada de la casa, que eran mis lugares preferidos para solazarme con ellos. Ni que decir tiene que la pizarra fue todo un éxito a la hora de jugar a la escuelita ya que siempre era la maestra, si no no había juego.
Lo que más quería tener era una bici, cosa que no me fue posible hasta el año 1991 en que salí trabajadora destacada y me dieron una bicicleta china, que pesaba más que un ataud con muerto y todo, y con la cual hacía frecuentes recorridos por los campos y playas de Bahía Honda, lugar donde estaba trabajando en esas fechas. Aquello era un sueño hecho realidad que llegó tarde, muy tarde, pues era una época mala para el forraje y al final la cambié por un cerdito precioso, que al alcanzar las 140 libras me sirvió mejor que el medio de locomoción del que había salido.
Desde luego, como niña activa y juguetona que era, también lloré por un juguete vivo y que se interrelacionara conmigo: por supuesto que hablo de un perro. Me dio la costumbre de recoger todo perrito solitario y abandonado en las calles de Consolación. El problema era llegar a casa: estaba prohibida la entrada de manera que siempre tenía que devolverles al lugar de origen.
Los gatos siempre me dieron yuyu y además, con el asma y las alergias no podía arriesgarme a cuidar un animalito que, por demás, no son muy dependientes del ser humano. Gracias a mi esposo tuvimos dos dogos alemanes, cuyas fotos ya colgué en su día en esta página. Ahora sólo nos queda Jara, de 8 años, pues el macho, Otto, murió hace unos meses. Han sido grandes compañeros nuestros y nos han dado un amor desinteresado y profundo como pocas veces te da otra persona.
Ya de adulta, cosa que soy actualmente, me he aficionado a coleccionar muñecas de porcelana de todos los tamaños y estilo. A pesar de ser un hobbi caro, tengo muchas porque me las regalan mis cuñadas y amigos que conocen mi afición. También coleccioné, gracias a la generosidad de mi hermana mayor y su esposo, las figuras de El Señor de los Anillos, que son preciosas.
Bueno y se preguntarán por qué, al principio hablé de los deseos no muy buenos. El caso es que una de mis cuñadas me ha regalado un loro, Lolo, pues había manifestado mi deseo de tener un pájaro. El caso es que desde la Semana Santa lo tengo en casa y ya no se qué hacer para que me acepte. El loro en cuestón chilla como si le estuvieran matando, a cualquier hora, y sin motivos aparentes. Me quiere picar constantemente y me abufa las plumas en cuanto me ve. Yo trato de ser agradable con él pero al loro no le importa que le de buena comidita o le ponga juguetes: en cuanto le hablo carga en mi contra inmediatamente.
No es para llorar, pero sí para desesperarse, después de tantos años tratando de criar un pájaro y que este no no ponga de su parte. Paciencia pido y espero que se adapte a mí, así que tengan cuidado cuando pidan un deseo.....
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