Hoy la Palabra viene "cargadita" y tendríamos que preguntarnos, como lo hacía Jesús: "¿tengo ojos para ver y oídos para oir?".
Porque desde la primera lectura Dios nos da una lección muy importante: Abrahán debe sacrificar a su hijo por su expreso deseo. Pero ¿lo que quería Dios era que Abrahán matara a su ppropio hijo por una orden dada?. Pues parece que no, que Dios lo que quería era probarle en la fe. Le hizo andar hasta un monte (Moria de nombre) y, al llegar allí le mostró que de nada serviría que mata a su hijo, nada enseñaría a los hombres, no habría un beneficio para el Pueblo de Dios, sólo por la obediencia, por la entrega sin reservas, le recompensa a él y, en su persona, al resto de los hombres.
La Cuaresma es eso: una entrega del corazón del hombre a Dios, pues eso hubiese sido lo que le habría entregado Abrahán a Dios , si hubiese sacrificado a su hijo. No obstante, el Hijo fue entregado por nosotros, como dice san Pablo en la segunda lectura: "El que no perdonó a su propio , sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él?". Jesús se entregó por todos y cada uno de nosotros para que viéramos realmente que, después de la muerte surge la vida. La muerte y resurrección de Jesús marca nuestra esperanza, es el faro que nos guía en todo momento. Es tiempo de seguir su luz y no desfallecer.
Del Evangelio de Marco se pueden sacar muchas conclusiones y enseñanzas; pero a mí la parte que más me gusta es cuando Pedro, extasiado al ver a los profetas antiguos junto a Jesús, le propone quedarse allí, en la montaña. Es como si hubiese dicho: "estamos tan a gustitooooooooo!". (no he podido evitarlo). Sí, muchas veces uno quisiera quedarse en su Comunidad, en su Iglesia después de misa o de alguna actividad espiritual, después de los encuentros con los hermanos, ¡qué bueno sería quedarse así, rodeada de hermanos en el Señor!. Pero lo que espera Jesús de nosotros es otra cosa: "id y evangelizad". Eso espera el Señor de nosotros hoy: espera nuestro corazón, a cambio del suyo, a cambio de la dicha de estar "en su presencia todos los días de nuestras vidas".
Así, pues, vivamos nuestra fe con plenitud, paso a paso, sin apuros, degustando los dones, gracias y bienes que nos ha dado Dios a cada uno, siguiendo a Jesús que es nuestro modelo.
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