lunes, 13 de abril de 2009

Punto de encuentro.

Lunes de la Primera Semana de Pascua.




¡Que siga la luz! Estaba en la Vigilia pascual en una comunidad que no conozco. Me llamó la atención lo del fuego. Un mechero es más práctico que una hoguera....Pero "dice menos". Es menos significativo. Hasta el rito del fuego se hizo "dentro" de la iglesia. La luz no entraba de la noche. El cirio no había salido de la iglesia. Me pareció representativo de una manera de vivir hoy como Iglesia de Dios "metida en la sacristía". "Todo pasa dentro de los muros". ¿Una Iglesia que no sabe salir fuera?. No. A lo mejor eran "normas de seguridad ciudadana"...¡Prohibido hacer fuego en la calle!.

Y comenzó a extenderse el fuego. De nuevo el mechero. Escucho: "Ese fuego no vale, no tiene sentido, no viene del cirio; viene de un mechero. Apague su vela y tome la luz que viene del cirio."¿Qué más da este fuego que ese otro?".

No estamos acostumbrados a "los signos". Todo da igual. ¡Qué pena! Estoy en los últimos puestos. Quien tiene el fuego está "ensimismado" con su fuego. Mientras, nosotros, nada, sin fuego. "Me salgo de la fila". Voy en busca del fuego que no viene porque el que lo tiene está "a lo suyop", con su calor, y su luz "conquistada". Enciendo. Regreso. Reparto la luz. Escucho: "¡Menos mal que alguien se mueve, si no nos quedamos sin luz!".

Así vivo este iniocio de celebración que me parece sugerente "como la vida misma". El cirio sigue luciendo. Avanza. Hay que "ayudar" a la luz a "correr" por los pasillos y llegar a los últimos rincones. ¿Se cree alguno en posesión de la luz?.


Nos apoyamos en las lecturas de Hechos 2,14,22-33; Mateo 28,8-15 y el salmo 15,1-4.





Oye, Señor...
La alegría de la Pascua llena mi corazón,
la pasión por seguirte me revitaliza,
la seguridad de tu presencia constante en mi vida
hace que me sienta seguro y fuerte.
Me llenas de gozo en tu presencia,
me ilusionas con tu buena noticia,
me conviertes en profeta que te anuncia
y no puedo dejar de contar lo grande que eres.
Tú estás por encima de la muerte,
de todo aquello que nos roba vida,
que disminuyenuestro entusiasmo
o que nos hace pactar con la mediocridad.
Gracias por vivir en mí y yo en ti, Señor.
(A partir de la primera lectura)

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